El juego es una actividad inherente al humano, desde nuestra infancia nos aproximamos al juego de una forma natural; muchas de las situaciones de juegos que actualmente encontramos en la humanidad difieren muy poco de las que refieren los científicos sociales que se realizaban en el pasado. 

Claro que no podemos obviar que el auge de la tecnología y de las formas de dominación de algunas culturas sobre otras, han privilegiado algunos juegos más que otros, encontrándose ahora juegos que pudieran incitar al individualismo, la violencia, el consumo, la competencia y la imposición de ciertos estereotipos.

Haciendo énfasis en el ámbito de la pedagogía, encontramos los beneficios del juego para el aprendizaje; el diseño curricular de la educación venezolana actual refiere la importancia del juego.

Cuestión que parte de esos estudios que desde la psicología se han hecho; los aportes de Piaget, Vigostky, Claparede, Chateau, Decroly, entre otros, dan cuenta de ello. También encontramos en el ideario de Belén Sanjuán, educadora venezolana, que el desarrollo integral del estudiante se logra mediante la utilización de estrategias tales como: “la promoción de la creatividad a través de la construcción de dibujos, pinturas con los dedos, el doblado, el pegado, la observación dirigida de animales, fenómenos de la naturaleza, cuentos, leyendas, historias, títeres, juegos, juguetes” (Subero, 1970).

Con todo esto podemos señalar que si deseamos una sociedad donde predomine la paz, solidaridad, tolerancia, confraternidad, respeto, autonomía, entre otros valores humanos, se hace necesario desarrollar y fomentar espacios para el juego, sobre todo colectivo, en donde niños y adultos participen. Juegos que inviten a la socialización y a la cooperación, donde el poder creador del individuo se potencie. 

Que sea una experiencia que conlleve a la felicidad, a esa salud física y mental que tanto se requiere en los actuales momentos.

 

Rovimar Serrano Gómez