EL PRIMER AÑO APRENDEMOS A CONFIAR
El primer año de vida es un período breve, pero trascendental para todo ser humano, en tan corto tiempo aprendemos a estar de pie, a caminar, a hablar y a través de las palabras comenzamos a pensar.
“El juego es, en este momento, el movimiento y la expresión de la energía que permite al poder creador “dinámico” del interior del cuerpo encontrar actividad externa”.
El bebe juega primero con su propio cuerpo: patalea en el aire, contempla su pataleo, mueve sus manos a voluntad y sigue con sus ojos ese movimiento, se voltea en la cama como algo divertido; REPETIR infinitas veces estos movimientos, hasta lograr hacerlos con más precisión le ayuda a aprender. Más adelante, estrena sus sentidos: la vista a través de colores, contrastes, las diferencias, percibe sabores, sonidos, temperaturas, texturas y olores, miles de sensaciones le muestran ese nuevo mundo al que ingresó al nacer.
Pero, por otra parte, es tan indefenso que necesita de una madre o cuidadora que les alimente, que con su presencia amorosa le sostenga con firmeza en brazos, que dedique tiempo y paciencia a estimular sus movimientos, que le hable, le mire, le cante, le sonría y poco a poco le demuestre que es posible confiar.En este momento sería muy bueno que mamá pudiese relajarse, tomar el tiempo para jugar con su bebe, dedicarle mucho tiempo a hacerle sentir valioso, querido e importante ya que esa será la base de su confianza futura. Es fundamental cuidar este primer momento como un tesoro, por encima de las dificultades que nos toque vivir, pues la infancia es el semillero de la vida. En palabras de Gabriela Mistral:
“Muchas de las cosas que necesitamos pueden esperar, él o ella están haciendo ahora mismo sus huesos, creando su sangre y ensayando sus sentidos…..a ellos no se les puede responder: …mañana… su nombre es ahora”.
Así, de jugar con su cuerpo pasa a jugar con objetos, los agita, levanta, descubre que suenan, se mueven cambian, pero a la vez, muy pronto descubrirá que las personas de su entorno reaccionan de formas muy diversas ante sus acciones (si tira esos objetos al piso o si los hace sonar). Juega entonces a EXPERIMENTAR, su atención ahora se centra en los gestos y reacciones humanas, en los matices que deja la emoción en cada expresión de molestia o de cariño,en sus diversos tonos de la voz; mira, atiende, percibe, imita y reacciona como una manera de incorporarse a su grupo.
Como es posible apreciar, el primer año de vida es un tiempo para sentir, moverse, y establecer vínculos sólidos, a través del juego como intercambio humano constante. Acá no importa si tiene o no juguetes, pero es vital que tenga la calidez y un espacio afectivo suficientemente bueno para sentirse digno de ser amado y aprender a confiar. Esto sucede sea cual sea la condición social de nuestra familia, pues el juego forma parte esencial de la vida, desde que nacemos, a medida que crecemos nos ayuda a entender y a practicar las más diversas facetas de lo que significa SER HUMANO
Rosa Aura Figueroa Meza
Caracas, 07 de Noviembre de 2013
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